Vestido con un traje de etiqueta dentro del que no acaba de sentirse cómodo, cumpliendo con el preceptivo protocolo, el dramaturgo, o acaso una actriz amiga a quien ha pedido que lo represente en el solemne acto, va a ingresar en la Academia pronunciando un discurso titulado Silencio.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.