En Los mirones, una cofradía sevillana encomienda a sus cofrades la aparentemente sencilla tarea de mirar. O quizá, más bien, de mirar para reír. Aunque no hay constancia de representación alguna de este entremés, fechado en manuscrito anónimo en 1617 y atribuido a Cervantes por Adolfo Castro a principios del siglo XX, la pieza es pura teatralidad. Una oda al valor de la mirada y a su capacidad para generar realidad y relato además de ser un excepcional retrato de la diversidad social y racial de la España del XVII. En respuesta a la invitación de Diversifying the Classics, Grumelot diseña un sencillo dispositivo escénico, a caballo entre el espectáculo teatral y la conferencia performativa.
Un mecanismo teatral que permita poner en relación con la palabra cervantina a un elenco racialmente diverso compuesto por intérpretes tanto hispanohablantes como anglófonos para poder explorar juntos de qué podemos reír y dónde debemos mirar en este siglo XXI.