La historia de Macbeth es oscura como una pesadilla, y todos se sumergen en ella. Es viscosa y espesa como la brea y la sangre. El mundo entero está cubierto de sangre. Es material y física, fluye de los cuerpos de los asesinos, se adhiere a sus manos, a sus rostros y a sus puñales. Es la imagen del mundo ahogada en la violencia pegajosa de la sangre. Es una infección del alma, concreta, palpable, corporal y asfixiante. Toda la obra está atravesada por el estertor de un moribundo, por un miedo profundo y visceral que invade sus noches insomnes y en el que, una vez asesinado el rey Duncan, ya no cabe más que seguir matando.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.