Ginés, estimado actor, en el año 303 d.C, fue decapitado bajo el mandato de Diocleciano convirtiéndose en mártir. La razón de su martirio fue simple, aunque su culpa se desarrolló en una situación compleja: el mimo romano fue encargado de escenificar la farsa del rito bautismal de los cristianos, por aquellos tiempos perseguidos. Mientras representaba la obra ante Diocleciano, sobrevino en él una crisis mística y en medio de la actuación Ginés se convirtió al cristianismo, improvisando oraciones a Jesús. El cuerpo de Ginés transmuta de un estado a otro para morir después, es decir, convertirse en un icono legendario.
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