En 1676 para la puesta en escena de su auto sacramental La vida es sueño, Calderón dejó escrito «Aparecerá el Hombre dormido». Y así nos soñamos hoy: el «hombre» en el centro de la experiencia enfrentado a los elementos esenciales que nos componen, en conflicto con nuestro entendimiento y nuestro libre albedrío, en compañía de nuestro sueño, la sombra que nos acompaña y todo lo que nos decimos en la oscuridad.
En la oscuridad de ese encierro, uno es capaz de ver por momentos una pequeña claraboya por la que entra algo de luz. Una luz, entendida como la capacidad de la mente de resolver su propia situación.
Las alegorías de Calderón aparecen entonces como posibilidades poéticas de sacar fuera de sí mecanismos para luchar frente a frente: una reivindicación de la poesía como revolución del mundo interno (y externo) de la Humanidad.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.