Que alguien encienda la luz. Que nadie duerma.
A lo que hemos dado en llamar espacio le hemos puesto límites. Pero no hay límites en la luz.
Sin caer en el optimismo impenitente de Zizek ni machacarnos alegremente pensando que el mal nos hace mejores ¿es posible al menos una transfiguración, un alterarse (convertirse en otro), tomar distancia y mostrar la verdadera cara, el verdadero rostro?
In loca, libremente del latín: lugares a donde.
Y todo junto, inloca: no loca. Un adjetivo inventado para negar la locura (¿nunca loca?) Lo que no supondría cuerda, y menos aún, razonable.
La decisión de entrar en lugares, de franquear una puerta, de rasgar el paraguas que nos protege del caos. La tentación insatisfecha, el deseo perpetuo. No existen los límites, no se llega a ningún lugar o estado. Entramos, pero no llegamos.