Jesús de Nazaret marchó al desierto, durante cuarenta días, y a su regreso volvió con un mensaje que cambió el mundo. Buda, en silencio, se sentó debajo de un árbol hasta que recibió una enseñanza con la que iluminó al continente asiático. Moisés atravesó un desierto, subió hasta una montaña y, tras su descenso, fundó una nueva sociedad. Todas estas figuras y mitos ancestrales tienen en común el esfuerzo, el sacrificio y la renuncia. ¿O acaso es posible cambiar el mundo de otra manera? Para ser considerado un héroe, uno ha de sacrificar una parte muy importante de sí mismo. Y no sólo eso, además, ha de crear algo nuevo y próspero. Exactamente lo que hizo Edipo, que se convirtió en mito en el momento en que decidió descubrir la verdad para salvar del exterminio a su pueblo -aunque, tomando tal decisión, le terminara sobreviniendo la mayor de las desgracias-.
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